El legado de Ignacio Ellacuría en la lucha por la justicia y la liberación en América Latina.
Por Belén Vargas
En su discurso "El gran signo de los tiempos", el sacerdote jesuita y teólogo español, Ignacio Ellacuría, expresa su opinión sobre la presencia de Dios en la historia a través de los signos, en particular, el pueblo históricamente crucificado. Este signo es la continuación histórica del siervo de Yahvé, al que el pecado del mundo sigue quitándole toda figura humana, al que los poderes de ese mundo siguen despojando de todo, le siguen arrebatando hasta la vida, sobre todo la vida. Este pueblo crucificado es el gran signo de los tiempos, precisamente en su opaca y ambigua transparencia.
Ellacuría desafía a los lectores a leer los libros de Mons. Romero, sus cartas pastorales, y a encontrar algo que no sea auténticamente cristiano en ellos. A pesar de que el arzobispo fue asesinado, su mensaje sigue vivo y desafiante. Romero fue asesinado porque se metía en política, pero Ellacuría sostiene que la iglesia ya está dentro de la política, y que lo más que cabe preguntarse es cómo salirse de ella. ¿Cómo va uno a salirse de la opción preferencial por los pobres, cómo del compromiso con esa gente, cómo de la muerte de 30.000 personas asesinadas en dos años, cómo de la miseria, el hambre, la violencia?
Ellacuría interpela a las iglesias de Latinoamérica en cuatro direcciones: ¿Hay en su Iglesia una opción preferencial por los pobres? ¿Hay en su Iglesia un acompañamiento real a las luchas que realmente sean de liberación de las mayorías populares? ¿Hay un esfuerzo para que la teología y la pastoral se metan dentro de esos movimientos y traten de cristianizarlos? ¿Hay un factor profundo, importante, de persecución?
En conclusión, el discurso de Ellacuría es un llamado a la iglesia y a los cristianos en general a poner sus ojos y corazones en las realidades históricas sangrantes, meditar sobre la pasión y la muerte de Jesús y comprometerse con la opción preferencial por los pobres. La iglesia debería ponerse como misión histórica hacer volver a los hombres con ojos de misericordia a esa humanidad explotada y masacrada. Es a través del compromiso con los más pobres y desfavorecidos de la sociedad que los cristianos pueden seguir el ejemplo de Jesús y hacer la diferencia en un mundo lleno de injusticias.
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